Observamos que la complejidad del mundo que nos rodea hace necesaria una visión pedagógica que genere en la persona capacidades y habilidades para un desarrollo personal completo y armónico consigo misma, con la sociedad y con el ecosistema. Frente a la condición de sujetos pasivos, la individualidad y la inequidad social, se une un panorama global de crisis, a nivel humanitario y ecológico donde la supremacía del capital prevalece por encima de todas las cosas.

Desde el ámbito educativo, creemos necesario promover aspectos frecuentemente olvidados en la educación formal como la gestión de emociones y el autoconocimiento hacia la identidad, el desarrollo de habilidades sociales y el trabajo colectivo, la deconstrucción del imaginario patriarcal, el fomento del pensamiento crítico y solidario o la conciencia ecosocial y comunitaria.

Asimismo, consideramos que a la creatividad e imaginación, a menudo, se les pone límites, desarrollándose el aprendizaje, casi en su totalidad, con una visión utilitarista y en un plano teórico (obviando el plano vivencial y el contacto con el entorno social y natural). Síntoma de esa realidad, nos encaminamos hacia las “nuevas escuelas”, movimientos alternativos de “escuela libre”, “educación transformadora” o “emancipadora”. Proyectos educativos que muchos colectivos están llevando a cabo ante la necesidad de desarrollar acciones estratégicas que fomenten una educación integral centradas en las personas y en la vida.